Lo
que estoy a punto de contaros sucedió hace unas semanas, pero no sabía si exponerlo
aquí o no porque se produjo de una forma tan casual y curiosa que no estoy
seguro de si realmente ocurrió. Casi prefiero que saquéis vosotros vuestras
propias conclusiones...
Hace
poco tuve un accidente, y la mutua me ponía un taxi particular para viajar al
hospital, que se encontraba a unos treinta minutos de mi domicilio. Como me
gusta ser bastante autónomo, decidí que iba a buscar un taxista en una página
que me había recomendado un amigo y que se llama guiataxi.com. En efecto, al
conectarme a ella pude comprobar que mi amigo no mentía, ya que había un montón
de servicios disponibles. Elegí el que más me convencía y me senté un momento a
esperarlo. Por cierto, si queréis comprobar por vosotros mismos que esta página
es excelente solamente tenéis que hacer clic
aquí.
Una
vez que el coche llegó a mi domicilio salí para montarme en él, y cuál fue mi
sorpresa cuando comprobé que el taxista era mi buen amigo Rogelio, el cual
había tenido que dejar las aulas debido a los recortes y ahora se dedicaba a
transportar gente de un sitio a otro. Contento por la casualidad, decidí
subirme al asiento de delante y compartir con mi amigo cómo nos había tratado
la vida. Debo decir que el viaje fue muy grato, la verdad.
Cuando
llegamos al hospital me quedé extrañado, ya que en la ventanilla me dijeron que
las revisiones se harían en una sala distinta debido a los recortes que la
Administración estaba practicando. Y cuando entré en la habitación que me
habían indicado, casi me da un patatús: allí se encontraba mi exnovia,
mirándome divertida. Al parecer había aceptado un traslado desde su pueblo y
ahora se ocupaba de echar un vistazo a las roturas de piernas y brazos. Menos
mal que la relación acabó con las mejores garantías, porque si no mucho me temo
que la situación habría sido demasiado tensa...
Tras
salir de la consulta (intercambié pocas palabras con mi ex, la verdad sea dicha)
me dirigí al bar del hospital para tomar un café y pensar en las dos
casualidades que me habían ocurrido durante la mañana. Pero la cosa no terminó
ahí, ni mucho menos. Detrás de la barra se encontraba un compañero de trabajo
que había sido despedido meses antes. No hablo de un trabajador cualquiera,
sino de uno de los más competentes que he visto en mi vida. Me sirvió el café
con amabilidad y le dejé una buena propina, por los viejos tiempos. Y porque,
la verdad, lo echaba de menos.
Pues
esa es mi historia. La verdad es que no sé si se debe más a las casualidades a
las que el destino nos enfrenta o a la maldita crisis y sus efectos sobre el
mercado de trabajo, pero a mí la situación me dejó impactado. Y creo que no es
para menos. Ahora cuando quiero un taxi llamo a mi amigo, siempre me tomo el
café con mi excompañero y en lo tocante a mis revisiones en el hospital... He
cambiado de médico.
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